La primera acepción de “Epic Fail” en Urbandictionary dice: “cuando algo se puede considerar un fracaso absoluto”. Obviemos para nuestros propósitos la ironía de ese “cuando” al principio de la definición, porque lo que me interesa es demostrar que, según ella, “Epic Fail” es sinónimo de 23 de Noviembre. En otras palabras, 23 de Noviembre es “cuando algo se puede considerar un fracaso absoluto” y, efectivamente, ese algo es el propio 23 de Noviembre.
Empecemos por el principio y avancemos cronológicamente:
Me he levantado a las 08.30 para poner la lavadora. Me ducho mientras Pablo hace levantamiento de pesas con sus párpados (un espectáculo digno de ver, por cierto). El objetivo de todo esto es poner la lavadora a las 09.00 para tener todo listo a las 11.00 e irme a estudiar a la biblioteca.
Ponemos la lavadora a las 09.40 y bajamos a desayunar. Subimos al rato a poner la secadora. Miro el reloj de la lavandería y me tranquilizo porque son las 09.30 (Sí, Lucía, sí, el mundo ha retrocedido 10 minutos de pronto).
Bajamos y enciendo el ordenador. De pronto son las 10.30. Pablo confirma con total tranquilidad que el reloj de la lavandería estaba roto. Me empano porque estoy segura de que se me olvida algo.
10.33: pego un grito y me cago en mí misma cuando recuerdo que tenía que haber enviado unos deberes de alemán antes de las 10 de la mañana. Lo que hace de este fracaso un auténtico fracaso absoluto es que yo tenía los deberes hechos desde el día anterior pero había decidido no enviarlos hasta el lunes por la mañana, DIOS sabe por qué. Este fue el primer fracaso absoluto.
El segundo fracaso absoluto fue no llegar a ir a la biblioteca, porque tenía que esperar a que terminara la maldita secadora. La segunda acepción de “Epic Fail” según Urbandictionary es “la expresión más elevada del Fracaso. Alcanzar este nivel de fracaso solo implica una cosa: has de morir; de lo contrario el mundo entero fracasará debido a semejante nivel de fracaso”.
A las 13.00 tuve clase y al terminar, una chica canadiense que está estudiando español me invitó a ir con ella por la tarde a su clase de literatura española -ay, el gozo de ser hablante nativo y calar al profesor, que por cierto es español también. Quedo a las 18.00 con esta chica.
A las 15.20 estoy en la biblioteca número 1 (la de mi campus) para buscar un libro. Consigo un ordenador y descubro que el libro en cuestión solo está disponible en el campus contiguo (que está a 3 minutos). Me dirigo a la biblioteca que llamaremos número 2. Esta no la conozco todavía pero encuentro el libro con relativa facilidad. Me siento en una mesa y resumo todo el capítulo que tengo que leer, copiando citas relevantes en previsión del momento en el que las necesite para hacer una redacción. Me siento bien conmigo misma, estoy siendo productiva y aunque no sé qué hora es, creo que el tiempo me ha condudido bastante (no os hagáis ilusiones, que no).
A las 16.30 voy a la biblioteca número 3 (la grande, en la que hay cafeterías y las salas de estudio son comodísimas) y como se acercan los exámenes no encuentro sitio para sentarme. Este pequeño inconveniente lo podemos calificar de pequeño fracaso. Me siento entre todos los chinos en la cafetería y descubro, no sin el consiguiente pique conmigo misma, que me he dejado la cartera en casa (qué raro).
A las 17.20 se sientan dos blancos frente a mí y mantienen una conversación de lo más interesante. Como consecuencia, voy recorriendo línea tras línea con la mirada de mi pack de fotocopias consiguiendo no asimilar el más mínimo concepto. En mi defensa diré que el artículo en cuestión estaba repleto de términos económicos que escapan a mi comprensión gracias a nuestro fantástico sistema educativo en el que la sintaxis es más importante que la declaración de la renta. Bien. Me distraigo escuchando la conversación entre estos dos blancos, que son un joven aspirante a escritor y su amigo el creativo frustrado. De hecho, estoy tan metida en su conversación que me siento personalmente ofendida por el frustrado (gordo y calvo, cómo no) y su actitud: claramente estaba predispuesto a criticar lo que fuera para dejarle la moral por los suelos al pobre chavalín -que se lo ví en la cara mientras esperaba el solo sentado en la mesa.
17.45: la segunda consecuencia de escuchar su conversación es que se me pasa la hora y casi tengo que ir corriendo al “castillo” (el edificio antiguo de mi facultad) para reunirme con la chica esta.
17.59: llego cuatro minutos tarde. La canadiense no está. Espero que no haya entrado a clase.
18.05: sigue sin estar. Probablemente ella llegue tarde. Me siento y saco el artículo que estaba leyendo para entretenerme.
18.17: no queda nadie por los pasillos. O ha entrado a clase o no ha venido; en todo caso decido volverme a casa. Fracaso absoluto número 3.
La tercera acepción de “Epic Fail” en Urbandictionary dice: “un fallo de proporciones tan monumentales que necesita su propio nombre para señalar de manera satisfactoria la inconmesurable deficiencia de un individuo o de un grupo.” En este caso, yo no sabía decidir si el fracaso absoluto era solo mío o también de la chica.
Llego a casa a las 18.45 y me estoy muriendo de hambre. Ceno intentando darme prisa para ir a patinar, porque a las 21.00 tenemos que estar de vuelta para participar en la recogida de las papeleras de reciclaje de la residencia.
Abro google y leo un email de la chica diciéndome que no podía asistir a esa clase por una urgencia médica. Me había avisado con hora y media de antelación. Realmente es una lástima no tener inernet durante todo el día.
20.10: salimos de casa, patines en mano, y llegamos a las 20.15 a la plaza del ayuntamiento (según empezamos a patinar suenan las campanas). Decidimos patinar hasta las nueve menos veinte para llegar a tiempo.
21.03: llegamos a la residencia y nos encontramos con Ana, que se descojona al vernos llegar con los patines con la mano. Las encargadas del equipo de reciclaje se ponen en marcha y nos quedamos pasmados como dos tontos en el vestíbulo, sin que nos asignen tarea porque hemos llegado tarde y no saben que estamos apuntados para el reciclaje, y además no se nos permite dejar las mochilas y patines en recepción. Subimos corriendo a dejarlas en casa y cuando bajamos no hay nadie, ni siquiera en el sótano, que es donde suelen dejar a un encargado de los cubos. Nos rendimos y volvemos a casa sin hacer nuestras horas de trabajos para la comunidad. Fracaso absoluto número 4.
La cuarta acepción de “Epic Fail” lee así: “fracaso total y absoluto cuando el éxito debería haber sido razonablemente fácil de alcanzar”. Pues sí, porque habría bastado con no empeñarnos en ir a patinar en la media hora escasa que teníamos.
21.40: salgo de la ducha y reflexiono sobre las cosas positivas que han pasado (hemos hecho la colada, aunque tarde, y he conseguido resumir el capítulo del libro ese que he buscado en la biblioteca). Enciendo el ordenador y un icono de mi escritorio me llama la atención. Se titula “The Translation Studies Reader” y es, mira tú por dónde, un documento pdf que incluye el libro entero que he estado buscando en la biblioteca. Fracaso absoluto número 5. A mi entender, este es el peor de todos los fracasos absolutos, debido al agravante de que yo estaba convencidísima de que era un gran logro por mi parte, cuando en realidad no era más que una conspicua pérdida de tiempo.
La quinta acepción: “parecido al fracaso pero en una escala incluso mayor y más penosa. A veces tan penosa y patética que algunos empatizarán con la persona o no dirán nada, ya que el fracaso es tan grande que no hay palabras para describirlo.”
Así que apiadaos de mí por este lunes tan absolutamente patético.
Propongo, a raíz de todos los hechos aquí mencionados, que el día 23 de Noviembre sea de ahora en adelante conocido oficialmente como el Día Anual del Fracaso Absoluto. Una opción alternativa sería pasar a utilizar, como sinónimo de “fracaso absoluto”, la expresión “23-N”.
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